lunes, agosto 25, 2008

Los espíritus me halaron

Anoche salí de mi templo temprano ... no se porqué. Recuerdo que estaba caminando del templo a una estación de tren, entre los muros fríos de una calle donde un festival callejero terminaba, cuando el Espíritu me haló a una capilla de plástico de la Diosa de la belleza.

Allí no entendía lo que hacía, ni como de lo sublime me jalaron a lo burdo, de lo sacro a lo profano, de ese modo tan súbito.

Pregunté allí si habían cerrado, porque el pelo me ha crecido, y me dijeron que hacía horas. Pero permanecí allí para disfrutar de la compañía de un amigo ... aunque el humo me confundía. Las locas del salón intercambiaban cervezas y me ofrecieron una. El reciente aroma del incienso de mi templo, que aún entretenía el tejido de mi nariz, se fue mezclando con la vulgar esencia de una cerveza. El humo mundano de las capillas de plástico se fue entrecruzando con el incienso en mis venas y en los canales de mi cerebro, alquimia torcida que me sitúa entre dos mundos. Hoja soy en el viento de los cambios que no cesan.

Pronto, no se de donde, de mis labios surgieron manantiales, palabras cálidas y brujas que conocía de modo íntimo pero que mi amigo nunca había escuchado de mis labios ... y que ayer, mas que nunca, necesitaba escuchar.

Cuando dos almas amigas oran la una por la otra, y el Espíritu les une, vulgar como sea el entorno, el Espíritu las hala y las aconseja. Quizá una vieja entre sus ancestras abrió mis labios anoche. Quizá aquellas libaciones que corrían en mis venas traían consigo esencias que navegaban entre los mundos.

Solo se que aquel amigo terminó la noche sonriendo ... el dolor hondo que llevaba en su pecho se montó en un velero llevado por el soplo de una nueva esperanza. Allí supe como el Espíritu te hala a donde quiere cuando te refugias ... aunque tengas que descender al inframundo como hizo Orfeo para rescatar a Eurídice.

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