lunes, abril 25, 2011

Robi Rosa, un genio del rock

Esta es la canción 'Vivir' del apuesto Robi Rosa, también conocido como Draco. Acaba de ser diagnosticado con cáncer y es uno de mis artistas y poetas favoritos. Es demasiado joven. Disfruten de su talento.

martes, abril 19, 2011

Julia de Burgos y Luis Palés Matos



Los dos grandes poetas puertorriqueños que me iniciaron en el arte de coser versos, de vertirme en palabras, en mis años de formación educativa fueron la feminista negra Julia de Burgos y el blanco enamorado de la negritud Luis Palés Matos: dos iconos de lo que nos resulta ancestral.

Una de las cosas que siempre me fascinó de Julia De Burgos es el modo en que en su Poema para mi muerte profetizó su muerte en detalle. Subyacente en sus versos estaba un espíritu bien fiero y emancipado de mujer negra feminista. Hoy es sacrílego ser boricua y no conocer su obra ...

Yo misma fui mi ruta

Yo quise ser como los hombres quisieron
que yo fuese: un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies, planos sobre la tierra promisora
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas
para alcanzar el beso de los senderos nuevos.

A cada paso adelantado en mi ruta hacia el frente
rasgaba mis espaldas el aleteo desesperado
de los troncos viejos.

Pero la rama estaba desprendida para siempre,
y a cada nuevo azote la mirada mía se separaba más
y más y más de los lejanos horizontes aprendidos:
y mi rostro iba tomando la espresión que le venía
de adentro, la expresión definida que asomaba
un sentimiento de liberación íntima;
un sentimiento que surgía del equilibrio sostenido
entre mi vida y la verdad del beso de los senderos nuevos.

Ya definido mi rumbo en el presente,
me sentí brote de todos los suelos de la tierra,
de los suelos sin historia, de los suelos sin porvenir,
del suelo siempre suelo sin orillas
de todos los hombres y de todas las épocas.

Y fui toda en mí como fue en mí la vida…
Yo quiese ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida; un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes;
cuando ya los heraldos me anunciaban
en el regio desfile de los troncos viejos, se me torció el
deseo de seguir a los hombres,
y el homenaje se quedó esperándome.


- Julia de Burgos


Carl Jung y Joseph Campbell hablaron mucho de lo que se conoce como la siquis colectiva de los pueblos: siempre me ha parecido curiosa la referencia en la poesía puertorriqueña a la reina africana, tanto en la poesía de Palés Matos como en el poema Ay, Ay, Ay de la grifa negra de Julia de Burgos.

Palés Matos hizo de la negritud su musa, la decoró de vitalidad, de sensualidad, no que la negritud careciera de ellas pero en sus poemas esta negritud se convierte en un cosmos, en una mitología antillana repleta de numinosidad, de dioses y espíritus afrocaribeños. Creo que esa es parte de la magia de Palés Matos: la facilidad con que se entrecosió con la imaginería que define la identidad regional.



Majestad Negra

Por la encendida calle antillana
Va Tembandumba de la Quimbamba
--Rumba, macumba, candombe, bámbula---
Entre dos filas de negras caras.

Ante ella un congo--gongo y maraca--
ritma una conga bomba que bamba.

Culipandeando la Reina avanza,
Y de su inmensa grupa resbalan
Meneos cachondos que el congo cuaja
En ríos de azúcar y de melaza.

Prieto trapiche de sensual zafra,
El caderamen, masa con masa,
Exprime ritmos, suda que sangra,
Y la molienda culmina en danza.

Por la encendida calle antillana
Va Tembandumba de la Quimbamba.

Flor de Tórtola, rosa de Uganda,
Por ti crepitan bombas y bámbulas;
Por ti en calendas desenfrenadas
Quema la Antilla su sangre ñáñiga.

Haití te ofrece sus calabazas;
Fogosos rones te da Jamaica;
Cuba te dice: ¡dale, mulata!
Y Puerto Rico: ¡melao, melamba!

Sus, mis cocolos de negras caras.
Tronad, tambores; vibrad, maracas.
Por la encendida calle antillana
--Rumba, macumba, candombe, bámbula--
Va Tembandumba de la Quimbamba.


Luis Palés Matos

martes, abril 12, 2011

Obsolescencia programada

Hay que ver como los capitalistas obligan a la gente a consumir mas y mas y mas ...

domingo, abril 10, 2011

El evangelio del odio

He decidido reproducir aquí en su totalidad un elocuente artículo de endi dedicado a los que quieren a todo cojón tirar la primera piedra a adúlteras ya agredidas.

El evangelio del odio
Por Benjamín Torres Gotay / btorres@elnuevodia.com

Miren qué cosa más curiosa, que se han soltado de nuevo los evangelistas del odio cuando casi estábamos a punto de olvidarlos y, al atravesar todas las tempestades que nos han ocurrido durante los últimos años, íbamos bandeándonos como podíamos sin haberlos necesitado ni una vez.

El País, como sabemos y sufrimos, lleva años viviendo una crisis de proporciones históricas, con cifras récord de asesinatos, quiebras, desempleo, corrupción y cuanta otra plaga pueda ensañarse con un pueblo. Los evangelistas del odio habían estado, mientras tanto, quietecitos en sus templos, sin mover un dedo, ocupaditos en sus rezos, sus negocios, sus diezmos y su capital.

Pero, cuando al Tribunal Supremo -instigado por varios partidarios de las doctrinas cavernícolas que propagan los evangelistas del odio- le dio con sentenciar básicamente que a una mujer adúltera se le puede golpear, los sacó de la cueva y ahí los tenemos otra vez, haciendo que muchos se cuestionen para qué, de verdad, sirve la religión.

El gobernador, Luis Fortuño, y la presidenta de la Cámara de Representantes, Jennifer González, entre otros, se dieron cuenta de los graves peligros que entraña la sentencia del Supremo y se pusieron a trabajar de inmediato para corregirlo. Lo más seguro es que lo hubiesen logrado sin contratiempos si no fuera porque los evangelistas del odio se enfundaron sus trajes de diseñador, se subieron a sus vehículos europeos y salieron de las catacumbas a torpedear el proceso y, en el camino, poner en peligro de muerte a mucha gente.

Se metieron al Capitolio con su fardo de prejuicios, desprecios y miedos a cuestas, lograron doblar las rodillas de unos cuantos legisladores sin demasiado en la cabeza y en este momento no es posible asegurar que la Ley 54 podrá ser enmendada para que quede absolutamente claro el propósito que tuvieron las visionarias y visionarios que la crearon: proteger de la violencia de su pareja a cualquiera que esté o haya estado en una relación sentimental, sea del tipo que sea.

En el camino, los evangelistas del odio, como seguramente se lo propusieron, sacudieron los más atávicos prejuicios y las más primitivas ideas, y así vemos legisladores que en el fondo nunca han necesitado mucho para mostrar su estirpe, desempolvando ideas del medioevo, como el prócer Nuno López, quien cree, él sabrá por qué, que ampliar la protección de la Ley 54 a las relaciones adúlteras “es discriminatorio contra el hombre”; o un tal Narden Jaime diciendo que esto sería “darle licencia sin sueldo a la mujer para que haga de todo”.

A los evangelistas del odio no les importa el terrible mensaje que todo esto manda a una sociedad que ya tiene carnet privilegiado de violenta e hipócrita: que agredir a una persona en una relación adúltera es menos grave que hacerlo con quien no lo está o, en definitiva, que quienes, por las razones que sea, se involucran en un romance de esa naturaleza valen menos que todos los demás.

Lo único que les importa a los evangelistas del odio es marcar territorio, diferenciar su marca, mostrar el mollero, establecer castas y agitar prejuicios, con el propósito de hacer que sus templos se llenen de miedosos y de sus diezmos.

Qué distintos, como vemos, de los verdaderos evangelistas, los que predican el amor, el perdón, la misericordia y la inclusión, de los que se fajan día y noche en las comunidades con los menesterosos, de los que creen que cada ser humano es una criatura de Dios, valiosa, única e irrepetible, independientemente de sus carencias.

Qué mucho se parecen los verdaderos evangelistas a aquel que dijo a una adúltera “yo no te condeno, vete y en adelante no peques más”. Qué mucho, en cambio, se parecen los evangelistas del odio a los fariseos que le llevaron esa mujer al que no poseía más de lo que llevaba puesto y no merecieron siquiera su mirada, pues, según se cuenta, se puso a escribir con el dedo en la tierra despreocupadamente cuando intentaron perturbarlo con este asunto.