lunes, junio 01, 2015

El orgullo como cura y como virtud

Junio ​​ha llegado a ser conocido como el Mes del Orgullo. Todo comenzó en 1969 cuando la policía llevó a cabo una redada en el Stonewall Inn, un bar gay en Nueva York. Como cuestión de rutina, los policías humillaron los gays y dragas y lesbianas, con sobrenombres y encarcelando ciudadanos arbitrariamente. Pero esta noche acababa de morir el icono gay, Judy Garland, mucha gente estaba triste y harta, y la comunidad gay de forma espontánea decidió que había tenido suficiente y explotó con ira. Sentían que no merecían este tratamiento, que merecían un trato más humano de la policía.
El primer levantamiento armado de las minorías sexuales en la historia tuvo lugar un fin de semana en junio. Durante unas cuantas noches, Stonewall Inn se encendió contra la policía y el establecimiento y sociedad homofóbicos que la policía representaba. Desde entonces, cada año en junio hay celebraciones del Orgullo en todas partes.
El Mes del Orgullo ha evolucionado desde un grito político a luchar por los derechos de los homosexuales hacia ser una celebración general del derecho de las personas a ser felices y auténticos. Otros discursos se han hecho parte del movimiento, que ya no es meramente gay: las personas autistas han comenzado a celebrar el Orgullo Autista durante junio para ayudar a educar a otros sobre la importancia de la neurodiversidad. Dr. Temple Grandin, una autista que hizo un doctorado y de la cual se hizo un excelente filme biográfico, presentó elocuentemente su argumento en un discurso TED de que el mundo necesita todo tipo de mentes.
Por siglos, las creencias heredadas no-examinadas nos habían convencido de que el orgullo era un pecado, incluso el pecado original, sin cualificar las posibilidades en que el orgullo podría ser un valor humano positivo y sin medir que a veces la humillación y el desprecio no merecido por ser quien uno es necesita un antídoto que se parece mucho al orgullo, si no es lo mismo: que el orgullo puede ser una cura a un mal.
Y así, antes de evaluar el orgullo como una virtud, debemos reconocer el beneficio que confiere al ser un poder espiritual que se hace cargo de fortalecer y restaurar a una persona que es abusada o humillada, y la ayuda a levantarse, a defender sus derechos, a luchar por su dignidad y por justicia.
Ahora, ponderemos racionalmente lo que es el orgullo y como se diferencia de arrogancia o vanidad, y también de verguenza, y de pusilanimidad. En otras palabras, vamos a separar lo que es virtud de los que es vicio en estas cuestiones de auto-respeto.
Primeramente, debido al bagaje que traemos, debemos mencionar que el cristianismo hace ciegamente de la humildad una virtud y el orgullo un pecado. Por esto, hay en la iglesia un mal uso de la vanidad, el orgullo y la humildad porque se confunde credulidad con humildad, la curiosidad y el pensamiento crítico con arrogancia y vanidad, y no se reconoce la posibilidad del respeto propio o el orgullo como virtud. Hay que decirlo: la curiosidad y el respeto por la verdad empírica ni son vicios ni tienen nada de fruto prohibido. Esto es una triste confusión de valores.
El orgullo, como valor positivo, implica dignidad, satisfacción y placer por algo que se ha hecho, respeto propio y autoestima.
Uno de los primeros filósofos en discutir el orgullo como una virtud fue Aristóteles, que lo llamó la corona de las virtudes. Para el, el orgullo requiere que un hombre sea virtuoso y magnánime (digno de grandes cosas) y que él mismo se sepa digno de grandes cosas. De modo que el orgullo como virtud depende del mérito: para un hombre merecedor, el orgullo es virtud y para un hombre simple, la templanza es una virtud. Ambas virtudes dependen del mérito.
Quien se cree mas de lo que es, es vano, engreído y arrogante. Quien se cree menos de lo que es, es pusilánime y cobarde. Estas dos opciones, tanto el falso orgullo como la falsa humildad, nacen de que el mérito no es cónsono con la auto-estima de uno. Son estas las distinciones entre los vicios y las virtudes relacionadas a la auto estima.
Un hombre o mujer no puede estar orgulloso de lo que no es merecedor. Según Aristóteles, muy pocos hombres pueden ser verdaderamente orgullosos. Como nos recuerda Aretha Franklin en una canción muy popular en junio, Pride: A Deeper Loveel orgullo se gana y está asociado al concepto del esfuerzo personal y la auto-suficiencia. Hay millones de personas cuyas luchas diarias ameritan enorme orgullo, ya sea por el prejuicio que enfrentan a diario con la frente en alto (el caso de las minorías sexuales), por lo duro que trabajan (como el caso de los padres y madres de familia, a veces criando a sus hijos solos), o por otras cualidades positivas, luchas y sacrificios.
Sócrates argumentó además que no hace sentido estar orgullosos de hechos accidentales como nuestra raza, género o nacionalidad, porque no son en sí mismos logros.
Quizá el orgullo LGBT debería ser mas bien llamado un sentido de dignidad humana básica, o quizá podemos decir que existe una medida natural de orgullo que todo ser humano amerita si es obligado por causa de la corrupción cultural a superar el auto-desprecio y la vergüenza innecesaria, como ha sucedido con la comunidad gay. En este caso, la persona siente orgullo de haber superado la homofobia internalizada y las supersticiones y creencias subyacentes: esto es, en sí, un logro.
Este mes, les invito a ganarse por medio de sus esfuerzos, auto-superación, cualidades personales y auto-suficiencia un lugar en su alma para la genuina virtud del orgullo. ¡Que tengan un Feliz Mes del Orgullo!

No hay comentarios.: