jueves, enero 01, 2009

La muerte de un árbol

Feliz año 2009 a mis lectores.

Esta entrada es dedicada a la memoria de un árbol de apariencia tan regal que su presencia era intrigante y habla de la chocante reacción que tuve cuando vi que el árbol ya no estaba. Se había esfumado el flamboyán que una vez adornó el frente de la casa en que crecí.

En Puerto Rico los flamboyanes se encuentran entre los árboles mas majestuosos y frondosos. Producen flores anaranjadas o rojas, algunos incluso púrpuras y de otros colores extraños y llegan con frecuencia a ser los mas grandes y hermosos de todo el panorama. Mi mamá siempre se acuerda de los lugares donde ha visto un flamboyán y con frecuencia cuando viaja trata de pasar por el flamboyán solo para mirarlo. De modo que aprendí a apreciar a este árbol de mis ancestros.

La casa en que crecí era de esquina, de modo que llamaba la atención y en la acera estaba plantado el flamboyancito. Yo cuando era chiquito solía montarme en sus ramas y jugar en el.

Luego de mudarnos de la casa, otra persona vivió en la casa que sentía que era un inconveniente "tener que limpiar tantas hojas" que caían del árbol. Las hojas no se tienen que limpiar, solo se dejan, son parte natural de la ecología y del medio ambiente y terminan fertilizando de nuevo la tierra. Las hojas que caen no son basura: son vida. Son naturaleza. No apestan, ni son desperdicio ni tienen que ser limpiadas. Pero esta persona sintió que era mejor cortar el flamboyán, y lo que quedó al fin fue un tuco, un cadáver incompleto y feo.

Me entró una tristeza tan profunda cuando lo ví. Nunca imaginé lo mucho que amaba aquel árbol y lo íntimo que había sido aquel viejo ser del reino vegetal con mi familia.

Los wiccanos, al igual que los aborígenes americanos, consideran que ciertos lugares y árboles son sagrados. En realidad toda la Tierra es santa para el aborigen, no solo una nación particular como en las tradiciones abrahámicas. Y en realidad toda planta y árbol tiene sus propiedades medicinales o de algún otro tipo, no solo algunos: toda forma de vida es sacra. Pero hay algunos árboles, no se, como especiales ... como las ceibas, que eran consideradas sacras para los taínos.

"Dondequiera que miras, ahí esta la cara de Dios." - el Corán

Los aborígenes enseñan que el Gran Espíritu, el Creador, hizo a cada especie con un tótem o espíritu colectivo particular. Todas las especies forman un círculo, un ecosistema que en la espiritualidad nativa es esencialmente un orden espiritual y está compuesto por convenios ancestrales entre los tótems de las especies que les permiten cohabitar el planeta en armonía: es así como el aborigen explica la relación entre las abejas y las plantas que producen néctar. Todos tienen, en su DNA, un programa y ya saben como proceder. Ese es el orden, es la ley.

De igual modo, el hombre nativo prometió al espíritu del búfalo que solo iba a matar lo suficiente para poder alimentarse. Al ser criados sabiendo de estos convenios, los aborígenes vivieron en armonía con su medio ambiente hasta que llegó el salvaje hombre pálido que, mientras decía adorar al Dios de los vivos, mataba por entretenimiento y aún lo hace, y llevó al búfalo al borde de la extinción. En su pecho no había reverencia por la vida, ni habían tótems en su imaginación ni sabía de estos convenios ancestrales. El aborigen, cuya infraestructura militar era relativamente rudimentaria, no pudo hacer nada.

Los espíritus de los árboles, al asumir su forma y echar raíces en la tierra, nos enseñan y nos dan estabilidad. También nos hablan de producir frutos ... pero solo cuando nos llega el tiempo de producirlos. Nos muestran como la parte mas jugosa es la mas fértil: los genitales son la fruta del cuerpo, que se consume solo cuando madura. Fíjense como la semilla va adentro de la fruta, la parte mas dulce y jugosa del árbol. Fíjense como en la fruta, el árbol se da a los demás. Sus hojas muestran venas, como nuestros cuerpos, y al cortarlos lloran savia. La sabiduría que el Creador depositó en las plantas es inmensa.

En ellas hacen sus hogares las aves. El Cristo, que simboliza al hijo de Dios que ha despertado a su filialidad con el Creador, dijo que el Creador alimentaba a diario a las aves. De hecho, Jesús en su modo de enseñar usaba mucha imaginería de siembra y cosecha, de jardinería. En ese sentido, Jesús no era muy distinto del chamán que está en unión mística con la naturaleza y deriva entendimiento oculto de ella.

Ese mismo Creador que las alimenta, les enseñó a construir sus casitas en lo alto porque sabía que eran chiquitas, para protegerlas de depredadores. Si entendemos esto, entendemos que el Creador hizo al árbol, en parte, específicamente con la idea de proteger a las aves que tanto quiere. El Dios de los vivos los cosió en una misma tela para que la vida coopere con la vida. Quien tiene ojos para ponderar esto, puede entender al Dios de los vivos ... tanta atención que pone en hacer cada ser, por vulnerable y pequeño que sea, por corta que sea su vida.

En el mundo espiritual del aborigen, no se cree que el Creador nos hizo a su imagen: esa idea es considerada artificial y arrogante y está en la raíz misma del problema del despilfarro del medio ambiente que nuestra generación va a tener que resolver: esto va a requerir de una nueva humildad. El Espíritu de Dios hizo a todas las especies de modo cooperativo, todas codependen y nuestra especie no es el amo de todas las especies sino una mera célula en el cuerpo de la Tierra. Nosotros no podremos sobrevivir sin la Tierra: ella sí va a poder continuar con o sin nosotros.

Entre los Hare Krishna existe también un tipo de culto al árbol de tulasi. Se dice que es una encarnación de una devota muy querida del Señor Krishna, cuyos rosarios se hacen con la madera del tulasi y cuyos devotos se marcan el cuerpo con polvo de los pies de Krishna (un tipo de lodo que se hace con la tierra de Vrindavana, donde Krishna creció). La marca que los devotos se imprimen en la nariz y frente es en la forma de hojas de tulasi. Krishna ama mucho estas plantitas. Siempre se tienen plantas de tulasi en el templo, y muchos devotos en sus casas, porque es el equivalente de cohabitar con un devoto muy avanzado. Servir a tulasi es servir un devoto del Señor. El aroma del tulasi es muy agradable.

La idea de que cada árbol tiene un espíritu particular es de origen antiquísimo y chamánico. Desde hace decenas de miles de años, almas especialmente bendecidas pueden viajar entre los mundos y percibir las propiedades particulares de una planta por medio del trance. Las plantas pueden tener espíritus hostiles (venenosos), o espíritus muy fuertes (que purgan y purifican, a veces en forma de halucinógenos y/o causando vómito). Pero suelen tener espíritus medicinales y benéficos.

En la religión shintoista, que es la fe aborigen del Japón, existe el mismo concepto de lugares santos y árboles santos. Muchos filmes de anime tienen un elemento chamánico bien marcado. Casi todos los filmes de anime lo tienen, de hecho: el shintoismo está tan arraigado en el alma ancestral japonesa que casi no se puede separar de la creatividad de la gente. Algunos de los filmes que he visto bregan con la idea específica de un árbol gigantesco a quien se le han llevado oraciones por muchas generaciones. Muchas aldeas nativas tienen un árbol amigo de este modo y desde niños aprenden a quererlo.

Esta práctica antiquísima evolucionó en tiempos modernos en que muchos botánicos hablan con sus plantas y dicen que las plantas se sienten mejor, mas atendidas y queridas, y que fructiferan y prosperan más cuando se les habla. El concepto de que los árboles son mas inteligentes de lo que le acreditamos y hablan por medio de señales químicas es explicado en el artículo sobre el interexistir entre los insectos y las plantas y también fue explorado recientemente en el filme The Happening.

Sí: los árboles, a su manera noble y silenciosa, se comunican con insectos y otras entidades vivientes. Usan químicos para atraer o repeler ciertos insectos y hasta los seducen hasta que caen en líquidos ácidos, donde los consumen (en el caso de las plantas carnívoras) ... pero con esto se sobreentiende que esto significa que algún método de percibir a los insectos en su medio ambiente tienen los árboles del cual no estamos del todo percatados.

En el artículo sobre todas nuestras relaciones exploro el paradigma de como los animales y las plantas compartimos un sistema de inhalar y exhalar la misma sustancia, y nos comportamos en este planeta como si fuéramos juntos un solo organismo o sistema inteligente. Este sistema va a tener que ser reproducido en cualquier hábitat donde los seres humanos queramos habitar en el futuro, de modo que los árboles son parte de nuestro organismo y siempre lo serán.

Un modo de cultivar los valores ambientalistas y enseñarlos a los niños, es dando nombres personales a los árboles. Si funcionó en el pasado y a través de tantas culturas, se puede aplicar hoy. De este modo los niños aprenden que el árbol es un ser viviente, que es una persona del reino vegetal.

Hoy mas que nunca se entiende que al matar un árbol, estamos haciéndonos daño a nosotros mismos. La ley de la vida está escrita en nuestros alientos: inhalamos y exhalamos, es decir recibimos vida y la damos. Eso es inescapable. Si tomamos pero no damos, destruímos el balance natural en cuyo contexto existimos. En lugar de cortar árboles, deberíamos saldar nuestras deudas con el ecosistema, sembrándolos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusta McKennitt, lo que no sabía es que es wiccana. Ojalá todo el mundo aprendiera lo importantes que son los árboles, estoy cansado de ver árboles como si fueran basureros.