viernes, julio 11, 2008

Incienso

Y entrando en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros le presentaron obsequios de oro, incienso y mirra. - Mateo 2:11

Uno de los primeros sacrificios que fueron presentados a los pies de Yeshua fue el incienso. Una de las primeras señales sensoriales que recibo al llegar al templo de Krishna es también el aroma trascendental del incienso de sándalo, que inmediatamente me lleva a una plataforma trascendental y me ayuda a recordar que al entrar allí, estoy en tierra santa. Quizá, pensaba yo, el cerebro mismo se programa para pensar distinto al presentir el aroma, se siente a salvo y recuerda las impresiones que tantas prácticas devocionales realizadas a través de muchos años han dejado en el alma.

Pero finalmente, un estudio logró comenzar a develar los elementos sicoactivos en el incienso, el mismo que ha sido usado por milenios en las iglesias, pagodas y templos de todos los continentes.

Se ha descubierto que un agente sicoactivo en la resina del incienso conocido como TRPV3 tiene propiedades antidepresivas y relajantes. Este artículo traduce el argot de laboratorio a palabras de a chavo, diciendo que el incienso activa ciertos canales en el cerebro para disminuir la ansiedad y reducir la depresión, es decir que al igual que el cacao el incienso provee de alegría, bienestar y buen humor: es medicinal.

Incluso ahora la ciencia podrá dictar que puede usarse el incienso (dentro o fuera del contexto religioso) para producir nuevos tratamientos para la depre. El incienso también representa una alternativa natural a las píldoras y otros modos de tratar condiciones sicológicas que acarrean efectos secundarios y que no son naturales.

De modo que, tal y como los gurúes de mi tradición han enseñado por milenios, tan solo una visita a un templo (y en los templos hindúes siempre arde el incienso) tiene hermosos efectos en el alma. Del mismo modo, visitar el templo y disfrutar de la atmósfera todas las semanas o con mayor frecuencia deja innumerables impresiones sutiles en el ser que producen bienestar y serenidad en general.

Además se sabe que hay una conección muy real entre la memoria, los estados de ánimo y el sentido del olfato: ciertos olores pueden despertar memorias guardadas, incluso perdidas en los recesos del inconciente. Nos acordamos de un ser amado que ha muerto, de un ser amado que está lejos o que nos espera cuando lleguemos a casa con brazos abiertos, o nos acordamos de la casa en la que crecimos. Entonces, ciertos inciensos pueden ser como tener una llave al inconciente con la cual abrir ciertos tesoros guardados.

Así, al accesar el aroma de un incienso, sobre todo si siempre le ofrece el mismo aroma a la misma deidad de manera consistente, un devoto puede regresar a un templo visitado, o recordar alguna experiencia mística que haya tenido, o simplemente acordarse de Krishna, de Buda, de la Madre María o de cualquier deidad elegida. (A propósito de esto, ofrezcan incienso de rosa a la Madre María si le son devotos para que vean que hermoso se siente el espacio, literalmente toda pesadez se neutraliza al ofrecer incienso de rosa a Madre María ...)

La creencia tradicional es que el incienso, al ser quemado, lleva nuestras oraciones, ofrendas y sacrificios al cielo. La apariencia del incienso, cuando se levanta al cielo, hizo a los primitivos imaginar espíritus quizá elementales, o quizá angelicales, que llevaban los sacrificios al cielo. Es una metáfora tangible y perfectamente válida para toda práctica religiosa.

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