martes, marzo 25, 2008

Humanidad, Parte ii

Estrella y su esperanza


Año terrenal: 2,725
Año marciano: 163
Localidad: Barrio Latino de la colonia Cúpula Verde, sur de Valles Marineris, Marte

La lluvia de meteoros había terminado. La cúpula de nuevo no sostuvo un solo golpe, pero el espectro de la mortalidad volaba sobre las cabezas de todos mientras salían de las recámaras subterráneas de emergencia. Sobrios ante el evento, recobraban el sueño que habían perdido y se dirigían cada cual a su hogar.

Estrella, que era huérfana, había perdido el sueño por completo. Se refugió intranquila en el pecho de su nuevo y joven esposo, buscando solaz. Su actitud independiente y retante subsidió y se sintió hecha humilde por aquella lluvia de rocas negras que trazó aquellas cicatrices efímeras e intimidantes en el cielo, haciéndole ver cuan pequeña, insignificante y mortal en realidad era. En Marte, los hombres no eran el único peligro.

"Papo", dijo ella. "¿No habrá un lugar mas seguro para criar a nuestros hijos?"

Ella ya sabía el bien que su vientre llevaba. Papo solo lo sospechaba, pero ahora sintió un gozo viajarle por las vísceras al pensar que, por fin, iba a dar a sus viejos un nieto o nieta, que el sacrificio que dieron por el no iba a ser en vano, que iba a haber una quinta generación. La batalla de Hellas Planitia había manchado el sueño utópico de un Marte sin violencia, y ahora los grupos étnicos se estaban acomodando en regiones culturalmente algo segregadas a lo largo del ecuador. Aunque la razón oficial para las mudanzas había sido asociada con los experimentos, la gente supo educar a sus hijos de modo que hubieran concentraciones y enclaves étnicos laborando dentro de los mismos experimentos y en las mismas localidades ... porque cada familia había de organizarse alrededor de las misiones científicas de sus miembros. Solo en Cosmópolis y en Ciudad Pirámide estaban todas las etnias, conviviendo en un balance tímido que, por ahora, funcionaba.

"Estás preñada, ¿verdad?", dijo con media sonrisa.

Ella consintió. "Sí. Te lo quería decir mañana en tu cumpleaños, pero ya creo que es casi mañana."

Luego de un abrazo dulce, y de lamentar que sus padres habían muerto, Papo asumió el rol de confortador. "No hay mejor lugar que éste. Un meteoro puede caer en cualquier lugar, y además nosotros estamos con los nuestros, y podemos criar a nuestros hijos en español. Los experimentos con las cosechas de quinoa han sido bastante exitosos, y el próximo grupo de inmigrantes va a traer semillas de otros productos que van a asegurar la nutrición de nuestros hijos. No nos va a faltar nada. Aquí los experimentos con las nuevas cosechas van a continuar. Otras colonias no tienen tanta suerte. No hay nada que temer."

Estrella tenía miedo, pero ya no se sentía tan aislada. Volver al planeta Tierra era impensable: ellos eran pioneros y querían que la nueva humanidad marciana saliera de ellos, querían honrar los sacrificios de sus padres. No conocían personalmente a sus familiares en la Tierra, ya removidos por tres o cuatro generaciones. La gravedad marciana había hecho de sus familias, personas mucho mas altas que el ser humano promedio. Tras de ellos, varios hombres musulmanes caminaban, charlando en árabe mientras que dos japonesas iban tras ellos. Casi todo el resto de la gente allí era hispana.

"¿A donde vamos?", demandó Estrella, su mirada perdida en el negro profundo del cielo y sus constelaciones.

"¿Como que a donde vamos?, ¡a casa!"

"No, ¿a donde vamos? ¿que nos depara el destino?". Estrella sonrió. Estaba pensando en su propia vejez. Ambos eran huérfanos, como semillas sin raíz, esparcidas por aquella tierra roja y estéril que ellos, por la fuerza, estaban tornando fértil y viva. Su creatura iba a ser un tipo de ancla que la iba a clavar por siempre a Marte ... a la realidad de Marte y al destino de Marte.

Llegaron así a la entrada de su hogar. Cada casa marciana era construída bajo la arena para que fuera mas fácil controlar el clima interno, y solo salía una pequeña cúpula blanca a la superficie que servía de entrada y balcón. Desde la construcción de la Cúpula Verde que cubría toda la aldea, ya no era necesario vivir dentro de una bóveda, pues además de estar protegidos de la radiación solar, también se podía ahora controlar la temperatura dentro de la Cúpula Verde y oxigenar el ambiente interno ... y mas importante aún, se podía salir afuera. De modo que se sentaron en su balcón hasta que vieron el rojo sol nacer.

sea en cavernas de piedra
o en cúpulas de cal
hormiguean por mis venas
memorias de especiar

exilios y sequías
tribulaciones mil
llevaron a mi raza
siempre a resurgir

canoas de los ancestros
batieron por la mar
sollozaron perdidas
hasta a una isla llegar

el camino que trazan
nunca va a terminar
buscando nuevos hábitats
se vuelven a alzar

eones tras eones
como boas mudan la piel
volviéndose otra cosa
sin prototipos obedecer

amos de su destino
creándose al compás
de cada reto nuevo
una zumanidad
una zumanidad
una zumanidad

1 comentario:

Dídac Muciño dijo...

Es un placer, que nos hayas hido a visitar en "Discipulos de Eros"...

Hoy vengo, por parte de ellos, a darte una cordial invitacion, para que nos vuelas a leer, en esta segunda parte publicada del cuento "loxes" de un servidor.

Recibe un cordial saludo.