Juan el amado

Me in-spiré (es decir, me llené del Espíritu) a escribir el siguiente poema tras considerar el mal ejemplo de las iglesias episcopales que han decidido abandonar la comunión anglicana de EU y Canadá debido a que no quieren que un homosexual se les siente al lado en la iglesia.

Peor aún, estas iglesias (que son pocas, pero vocales) han elegido caer bajo la autoridad del obispo nigeriano Peter Akinola, uno de los anticristos de esta generación, un hombre abusador, odioso, y malo, malo, malo, que ha intentado crear en Nigeria leyes que permitan que a los gays los aprisionen hasta por diez años, y que se criminalize del mismo modo a los medios e iglesias que bienvengan a los gays - seguramente para que los medios de comunicación no puedan cubrir las violaciones de derechos humanos que hoy suceden en las prisiones contra los gays, las torturas, la humillación y quien sabe que mas. Logró parte de su intención: logró que se criminalizara la homosexualidad con hasta diez años en prisión, pero no logró que se criminalizaran los medios y las iglesias que den la bienvenida a los gays.

Ese tirano los dirige moral y espiritualmente ahora.

Con este récord, lo han elegido los anglicanos americanos conservadores como líder, clara evidencia de cuan enfermos, torcidos y confundidos están sus valores. El ambiente hostil en Nigeria hoy es comparable al ambiente que creó Hitler en Alemania poco antes de la segunda guerra mundial, donde estaba determinando a quien iba a atacar, y preparando la infraestructura legal, social e ideológica que le iba a permitir llevar a cabo su plan de exterminación de los elementos que odiaba.

¿Que hubiera hecho Jesús, a quien claman estos hipócritas como su gurú, maestro y Dios? Seguramente el manso santo de Nazareth hubiera descansado sus ojos dulcemente sobre Juan, su amado, imaginando lo que Juan hubiera sufrido si en lugar de haber encarnado para mecerse en los brazos de Jesús, hubiera encarnado hoy como nigeriano o si hubiera sido un hijo gay de los que asisten a las iglesias que dicen ya no ser episcopales.

O Jesús, quisiera ser
alma fiel y devota
como el bendito doncel
que besabas en la boca
y en la noche oscura y fría
lo cubrías con tu ropa.
Tu besabas sus manos,
el bebía de tu copa.

Se enroscaba tu largo pelo
en su barba de jovenzuelo
y juntos se acariciaban
invitando los celos
y pasaron las noches
cálidos en el frío.
Un cuerpo sobre el otro
descubría el rocío.

Con su inocente risa
te llenaba de alegría.
Cantaban al Creador
y jugaban de día.
Tus brazos eran ashram,
tu pecho monasterio,
azafrán tu aliento
y tu humilde rostro su cielo.

Se esconden sus historias
tras velos y silencios.
Quien sabe que extáticos
fuegos encendieron.
Quien sabe cuantas veces
juntos se estremecieron.
Quizá sus labios eran
así, bienaventurados,
amando al maestro
como nadie le hubo amado

Quien sabe si en las noches
vulnerables lloraban
mas de alegría que de nada.

Quien sabe que hizo Juan
para ser el amado,
con que sencillos detalles
te hubo agradado.
¿Que habrá visto el maestro
en sus ojos modestos
que solo por su amado
se abrían a diario?

Quien sabe si al amarlo
yo acabe en el Calvario,
un hijo de María
dichoso pero amargo
bañado de su sangre
ante su desnudo cuerpo
entre los religiosos
que lo hubieron muerto.

O Juan de mil silencios,
Juan bienaventurado,
enséñame a agradarle
como tu le has agradado.